miércoles, 26 de enero de 2011

INTERESANTE libro a la vista... El callejón de los milagros.


Quieto no es sinónimo de sereno...

esto lo deja claro Naguib Mahfuz a lo largo del libro, de modo especial en el último capítulo. 

Es el primer libro que leo de este autor procedente de El Cairo - premio novel-, lo tomé de la estantería de la tienda porque recordé la película mexicana homónima... debo confesar que no terminé de ver la película por allá de 1995 pues uno termina con el corazón hecho un magitel de fonda (de esos con los que se han limpiado todas las mesas, el comal y parte de la barra...), pero es una excelente adaptación a la realidad de la Cuidad de México.
En cuanto a la forma: es sumamente interesante leer libros de culturas ajenas sobre todo si el autor es nativo, por ejemplo, en este caso, me parece casi inmejorable la manera en que se relata la vida interna - externa de un callejón egipcio que raya en la miseria, su profunda religiosidad a la par de la necesidad de tomar decisiones prácticas sin duda alejadas de su credo (superficialmente visto) El libro no tiene -a mi parecer- una tensión constante sobre qué pasará, ni la necesita, pues su relato psicológico de los personajes hace por mucho más interesante seguir los procesos emotivos que los meros hechos. La traducción no me pareció del todo bien lograda, no sé árabe pero supongo que si el autor es tan capaz de relatar el interior del ser humano ha de tener una riqueza de verbos y calificativos superior a la versión que leí.
En cuanto al fondo: es una obra de gran patetismo, encuentro ciertas similitudes entre árabes y latinos en cuanto al modo de afrontar la adversidad, aquí da para una larga reflexión sobre la religión como fuente de paz o la religiosas cuasi fanática que quita la paz. Es también interesante el mosaico de personalidades del callejón... en las últimas líneas de la novela el autor precisa magistralmente, que todo vuelve a la quietud, pero no a la paz, no a la serenidad... esto quizás por que han sufrido tanto y saben que seguirán sufriendo, de modo que no dan entrada absoluta estas emociones, en este callejó (como en miles o millones de casitas y fabelas del mundo), se ríe por la mañana si hay motivo para ello, se llora por la tarde si hay motivo para ello y se olvida por la noche por que hay necesidad estricta de hacerlo.

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