sábado, 23 de julio de 2011

Viernes peatonal "La compresión, disciplina olímpica"

El día de hoy tuve mi paseo semanal con la calle de Vasconcelos, con una desviación por Calzada San Pedro para pasar a una mercería y de paso confirmar mi casi incredulidad de que pertenezcan al mismo municipio...

El ejercicio que da nombre a este post, la comprensión, lo había empezado a ejercitar desde rato antes, cuando tomé el primer camión. Digamos que el chofer venía convencido de que habíamos tomado café sin revolver y nos hacía el favor de revolvernos ahora... frena, acelera, se cuela... en fin, un tobogán pero sin agua y sin ganas de ser zarandeada. Tanto más inoportuno, cuanto que yo pretendía ir leyendo amigablemente, temí perder la cornea súbitamente desprendida que saliera disparada contra la nuca del pasajero de enfrente. Por amor a mis ojitos, dejé la lectura y empecé a rezar el rosario (no vaya usted a creer que como medida preventiva en caso de choque, digamos más bien que era un tiempo propicio) Y así empecé a tratar de entender porqué este amigo iba así de rápido, pensando ¿pero él qué prisa si de cualquier modo hará este mismo recorrido hasta determinada hora? prisa los pasajeros... pero ¿él?

En el camión de regreso a casa (que creo que tomó clases de manejo en el mismo lugar de su homólogo matutino) además se descompuso el camión. Desde que me subí muy sonriente y amable, mis buenos días, fueron mal acogidos e incorrespondidos... pues nada... pero no pude evitar el fugaz sentir "pus' este, peor por él"... Ya que se nuestro autobus decidió no avanzar más, nos dice con cara de inmenso fastidio que nos pasarán a otra unidad (unidad... no acabo de tener claro que caso ven en decirle "unidad" al camión y "operador" al chofer, pero, venga, lo respeto), la cosa es que la unidad ya no quería obedecer a su operador y nosotros, a esperar otro camión (sorry, unidad....) que llevara la misma ruta. Los pasajeros, unos seis en total, nos quedamos en nuestros lugares, con aire acondicionado, ahí sí puede volver a mi lectura, hasta que vi al operador en la calle, buscando suplente y empecé a pensar ¿y él qué hará? ¿qué le implica a él de tiempo, de espera, de justificaciones con su supervisor? Y tras mi experiencia con el viejito (cfr. post anterior...) ya procuro traer además de estampas y medallas religiosas, algo para aligerar en algo el cansancio físico de alguien... ¿acaso Jesús no les preparó el desayuno a los suyos en el Tiberiades antes de reconfirmar a Pedro? Pues así yo pero en mirrumétrico, le di las gracias, le pregunté un poco sobre qué haría él (solo un poco pues ya estaba ahí la otra "unidad") y le dejé unos dulces. Muy contrariamente al viejito de la semana pasada, y al él mismo cuando empezamos el camino que para mi era regreso a casa pero para él era ver las mismas calles, sortear con los demás coches (coches solo en el mejor de los casos, sabemos que la situación de inseguridad en las calles es proporcional al tiempo que pasamos en ellas... y ellos pasan muuuuchas horas)

De ahí que, comprensión, apenas puedo imaginar lo que estos hombres tienen que vivir cada día, quizás no siempre pueda justificar sus "malas caras" ¿pero por qué habría de ser yo quién lo justifique? A lo mejor, por cada persona que intenta saludarlo de buenas, están 20 que lo ignoran y varios otros conductores que le recuerdan su procedencia materna en cada semáforo... Comprensión, ¿porqué TENDRÍA que haberme respondido como yo tenía esperado? Y tanto el término del viaje como el resto del día han llevado esto de fondo, en casi cada encuentro del día...

Creo que nuestra vida personal sería mucho más "rica" esperando menos en nuestras "expectativas" pero sí dándole siempre y a todos el beneficio no solo de la duda, sino de la comprensión.

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