jueves, 13 de enero de 2011

Recordar ¿lo que queremos volver a vivir?

En la mayoría de los noticieros se ha hecho mención al aniversario de la terrible tragedia vivida en Haití. Benedicto XVI también se ha hecho presente, primero que nada por medio de la oración, por medio de un mensaje que leyó el cardenal Robert Sarah que viajó a este país para llevar un donativo de parte de la Santa Sede.


Vale la pena detenerse a reflexionar si también ante el dolor ajeno nos dejamos llevar por las modas. Hace un año todos nos estremecimos ante la tragedia de nuestros hermando haitianos, probablemente colaboramos reuniendo ayuda material o con nuestra oración. Muchos otros (también algunas consagradas) participaron en brigadas médicas y de evangelización, por las cuales sin duda Dios se habrá hecho aún más presente en la vida de aquellos que tanto han sufrido. Ha pasado un año, en que nuestros propios problemas y las tragedias que han sucedido, pueden haber enterrado un poco nuestro recuerdo, lo cierto es, que muchos seguirán aún desamparados física y moralmente... Chile hace unos meses, Haití hace un año, las víctimas del tsunami en Indonesia hace más... 

Hace años, cuando viví en Acapulco, hubo un huracán tocayo mío - doy mi palabra de que no tuve nadita que ver...-  para mi era inconcebible quedarme en casa, así que fui a la parroquia más cercana a ver en qué podía ayudar, confieso que fui a la Iglesia por no tener claro donde estaba la Cruz Roja u otro centro de acopio, pero Dios se vale de todo... Durante los primero días llegaban trailers con donativos desde muchas partes del país, inclusive llegó el gerente del Wallmart y me llevó a las bodegas para decirme que contábamos con la comida que se suele vender ya preparada para llevar y los típicos botes de unicel en que la empacan (fue una ayuda enorme pues teníamos que vaciar contenedores en horas y no teníamos en que darlo a la gente que hacía fila para recibir ayuda). 

Pero, uno de los sucesos que más me marcó, fue pasando casi una semana, la gente hacía largas filas con el agua más o menos a la altura de la cintura, un agua que parecía entre chocomilk y agua de tamarindo... bajaba del cerro en que aún había cuerpos enterrados en descomposición... un asco, un foco de infecciones... En esta fila había un señor ya mayor, con un niño como de dos años sentado en su hombro. Vi como el señor tomaba agua en una jícara y se la acercaba al niño para que bebiera...¡¡!! Con mi estilo impulsivo (pero a los 18 años, así que... súmenle...) fui hacia ellos con una mustia botella de agua purificada, el señor me miró con expresión de cansancio y me dijo "esto es para un rato, ¿y luego qué?, ¿y mañana qué? ¿y cuando ya no estemos de moda, qué?"... yo ya había visto claro dos años antes que Dios me invitaba a la vida consagrada (pero yo no tenía la menor intención de responder). Lo que me dijo aquel hombre no fue lo que me hizo decirme... pero sin duda que sí colaboró, me hizo pensar en que aunque yo le proveyera agua a él y al niño toda su vida, habría unos vecinos, habría otras colonias, otras ciudades, otros países, otras necesidades... ¿podría HACER algo por todos? ¿podría estar en todos lados? No... pero Dios sí que puede y sí que lo hace...por lo tanto, ¿y si yo me uniera más íntimamente a Dios?... podría ser parte del cambio... 

¿Quiere decir esto que Dios nos quiera siempre "agobiados"? No, de ninguna manera. Pero sí nos espera siempre en actitud de misión, por medio primero que nada de la oración y del propio sacrifico (no perdamos de vista el valor redentor que Cristo ha querido otorgarle) así como de la acción más conveniente en cada momento.

En este mundo no somos mero espectadores, Jesús nos pide ser verdaderos agentes de cambio, y un gesto muy concreto es no olvidar al que sufre, pidamos a Dios la luz para saber qué espera de nosotros así como la generosidad para responder.

Mensaje del Papa en el primer aniversario del terremoto de Haití

PUERTO PRÍNCIPE, miércoles 12 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación, por su interés, el mensaje del Papa Benedicto XVI al pueblo de Haití, que hay sido leído hoy en Puerto Príncipe por el cardenal Robert Sarah, presidente del Consejo Pontificio "Cor Unum" y enviado del Papa a este país caribeño para llevar un donativo.

Con ocasión del primer aniversario del terrible seísmo que afectó a vuestro país causando numerosas víctimas, estoy cercano a todos vosotros, querido pueblo de Haití, asegurándoos mi oración, particularmente por los difuntos.


Deseo también daros una palabra de esperanza en la situación presente particularmente difícil. Es hora de reconstruir no solamente las estructuras materiales, sino sobre todo la convivencia civil, social y religiosa. Auguro que el pueblo de Haití sea el primer protagonista de su historia actual y de su futuro, confiando también en las ayudas internacionales ofrecidas con gran generosidad, a través de ayudas económicas y de voluntarios procedentes de todo el mundo.


Estoy presente a través de Su eminencia el cardenal Robert Sarah, presidente del Consejo Pontificio "Cor Unum". Os envío, con su presencia y su voz, mi aliento y mi afecto. Os confío a la intercesión de Notre Dame du Perpétuel Secours, Patrona de Haití, la cual, estoy seguro, no permanecerá indiferente a vuetsras oraciones. Que Dios bendiga a todo el pueblo de Haití".

No hay comentarios: