lunes, 16 de enero de 2017

Hoy he visto las espaldas de Dios

¿Recordáis ese pasaje en que Moisés le pide a Dios, como con nostalgia, que venga a él, que se deje ver? Éxodo 33, una preciosidad que merece la pena volver a leer... Dios le dice que nadie puede ver su rostro, pero que, como gesto de cariño, le dejará ver sus espaldas, la gloria de Dios.

Agustín y Ma. Ángeles en la misa del domingo 15 de enero 2017

Pues sin meterme en sesudas exégesis sobre ese rico capítulo (pero con muchas ganas de hacerlo,... lo buscaré), creo que algo así me pasa con cierta frecuencia, veo las espaldas de Dios, por pura misericordiosa respuesta suya a mi constante buscarle. Hoy lo vi en las espaldas de un matrimonio muy querido y muy admirado: Agustín y Ma. Ángeles.

¡Cuánto hemos rezado por ellos! Desde hace años por unas razones, de verano a la fecha por otras. Porque son vidas por las que Dios no deja de pasar y de notarse. Aquí está mucho mejor contado:  Artículo en Alfa & Omega

Y hoy han ido a misa en mi casa, y durante toda la ceremonia yo pasaba de la sonrisa admirada al nudo en la garganta y ese picor en los ojos... son un milagro, la vida lo es, la vida vivida así lo es más, si cabe.

Veía las espaldas de Ma. Ángeles y a ratos, cuando se giraba a hablar con Agustín o a responder a los muchos saludos que recibió, y podía ver uno y otro lado de esa sonrisa que todos le conocemos, vaya espaldas tiene esa mujer fuerte como las de las Escrituras. Y las espaldas de Agustín, espalda que está atravesada por el abrazo de su esposa, espalda de un GRAN hombre de fe, lo recuerde ahora o no, para el amor no hay tiempo, el amor verdadero no deja de existir, el amor está ahí, misteriosamente, tiernamente ahí. Quizás  incubando, y contaguiándo a los que les tenemos cerca, espaldas que mucho han cargado ya y mucho les queda aún. 

Y al fondo un Cristo que no les ha dejado de mirar, un Cristo con la cruz en las espaldas... Son como tres grandes amigos de batallas que hablarán de sus cosas, y a ratos también guardarán silencio, ese que se permite la gente que se quiere.

Dicen que Agustín todavía no se acuerda muy bien de muchas cosas, pero es notorio que se sabe querido y se deja cuidar. Pues ya sabe más que la mayoría de nosotros, que por recordar tantas cosas corremos el riesgo de olvidarnos de las importares.

Jesús, Agustín nos sigue hablando mucho de ti. Sin duda que en sus espaldas y en las de Ma. Ángeles te vi, amoroso, providente, omnipotente y ciertamente misterioso. Te miro muy enamorada.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo q no puede estar mejor contado q en tus palabras, paulina. Gracias por enseñarme las espaldas de Dios.