sábado, 30 de noviembre de 2019

«Hay gente que se engaña creyendo que Dios la quiere»

“Hay gente que se engaña creyendo que Dios la quiere”, escuché esa frase y me quedé helada y revuelta… si hay algo que tengo claro hasta la médula es que Dios nos quiere, nos ama con locura, a todos… así que no pude dejarlo pasar, le pedí a la persona que dijo esa frase que se explicara, y me abrió una puerta enorme.
Me decía que hay gente que se engaña creyendo que Dios la quiere porque no les consta, se los han dicho y de hecho es así, pero no lo han experimentado. Y saber que te quieren, está bien… pero HABER HECHO LA EXPERIENCIA de ser amado…eso es lo que nos cambia la vida, nos endereza los afectos, sana todos los rincones de nuestra historia. Y ahí tuve que darle la razón, muchos saben lo que se debe esperar de parte de Dios… pero de hecho no lo esperan. Muchos creyentes viven con un ateísmo práctico que hace ver a los demás, a los que viven conscientes de que Dios Vive como unos locos, unos flipados… un pelín mentirosos incluso.
Esta semana que va entre Cristo Rey y el inicio del Adviento a mi me llama mucho a revisar si creo lo que creo que creo… como bien dice un querido amigo. El Adviento es el tiempo de la promesa, se nos ha prometido un Rey, un Salvador, el Mesías, el Señor… y ahora nos parece normal que la respuesta a esa promesa hecha a un pueblo oprimido y humillado haya sido respondida con el nacimiento de un bebé, de lo más ordinario en todo, quizás solo destacaría un poco por ser menos esperado que otros niños (no había lugar para ellos en la posada…) Jesús es la promesa cumplida del Padre. Pero fue para muchos un pinchar el globo de sus expectativas. Como tener mucha hambre y recibir, para saciarla, un litro de gel de ducha (conclusión derivada del tocino y la velocidad…) ¡qué duro tiene que haber sido esperar un Salvador y recibir un bebé que no da muestras suficientes de ser distinto en nada de lo que creemos necesitar y que nos dará la libertad!
Pero resulta que sí que algunos vieron que era la respuesta a sus plegarias, a su espera de generación en generación ¿por qué unos sí y otros no?
Creo que cuando el anhelo es muy grande, muy hondo, cuando la respuesta no es grupal o social sino personal, uno es más capaz de reconocer pistas, inicios y brotes de eso que se espera.
Entremos aquí al ajo del todo… ¿no sé que no espero nada o de hecho no sé ni qué espero?, ¿no será que no hemos escuchado aún qué nos promete Dios y por eso lo de “el Señor es siempre fiel a sus promesas” no nos arranca lágrimas sino que nos parece una versión parroquial de Mr Wonderful?
Todas las respuestas a las necesidades de nuestro corazón están en la persona de Cristo. Cristo es la respuesta a todas nuestras preguntas… dale tiempo a esta idea en tu mente y en tu corazón. Mira en tu interior qué suscita esto en ti… qué tiene que ver esto con el tiempo de Adviento, ¿qué tiene que ver al Adviento con tus problemas en casa, con esa amistad que te hace sufrir, con ese amor que has descubierto o que no termina de estar claro, con la tensión de los estudios o la falta de trabajo o de salud? Todos esos aspectos donde sientes que algo te falta… ahí hay una promesa de Dios. Aprender a reconocerla es el inicio de una vida de fe tremendamente concreta, de una conversación cotidiana con Cristo… ¿te lanzas? Puede ser que ese sea el momento propicio.

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